Planta baja: Raíces de Brescia

La segunda sala: El testimonio de los padres

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En “Diálogos con Pablo VI” (1967), el filósofo francés Jean Guitton, amigo del Papa, relata un testimonio de Pablo VI sobre todo lo que recibió de sus padres: de su padre aprendió la valentía del testimonio, de su madre la concentración y oración.

«A mi padre debo los ejemplos de valentía, la urgencia de no rendirse supinamente ante el mal, el juramento de no preferir nunca la vida a las razones de la vida. Su enseñanza se puede resumir en una palabra: sé testigo. Mi padre no tuvo miedo. Y quienes lo conocieron, como Bonomelli, conservan algo de su intrepidez.
A mi madre le debo el sentido de la meditación, de la vida interior, de la meditación que es oración, de la oración que es meditación.
Al amor de mi padre y de mi madre, a su unión (porque padre y madre nunca deben separarse), debo el amor de Dios y el amor de los hombres. O mejor dicho, el amor de Dios, que llenó sus corazones y los unió en su juventud, se tradujo en acción política para mi padre y en silencio para mi madre. O también, la misma voluntad obstinada, la misma determinación total, en mi padre se expresó más como fuerza y en mi madre más como dulzura. Pero la dulzura reside en la fuerza.”

(J. Guitton, Diálogos con Pablo VI, Milán, 1967, p. 78)